19.12.20

Desmacoyado

 Muchas veces sentí un cosquilleo en la panza, en una fiesta, por ejemplo, cuando se retira y deja media botella de vino sin tomar. Se me viene a la cabeza todo el trabajo que durante todo el año debe hacer el viñatero para obtener la mejor uva posible para hacer el mejor vino posible. Es un trabajo enorme, agotador, sobre todo en viñedos implantados en climas húmedos, donde toda la naturaleza está en contra (alguien objetará por qué nos metemos a hacer vino ahí donde se da mejor la soja, pero bueno, sin desafío no hay vida). No hay descanso en ningún mes del año. Cuando el viñatero mendocino ve crecer lentamente sus vides, por acción de la escasa lluvia y humedad, nosotros, en el norte de la provincia de Buenos Aires, debemos desmacoyar, sacar hijos y nietos, un par de veces en primavera y verano. Sacar hijos es sacar el brote que crece detrás de las hojas. Un brote y una hoja. Hay que sacar el brote y dejar la hoja, para que la planta no tenga hojas y ramas de más que le quiten energía al racimo. Un cálculo grosero. Cada planta tiene veinte ramas. Cada rama siete hijos que sacar. Multipliquemos eso por tantas hectáreas de viñedo. Es un trabajo faraónico.  Nosotros tenemos seiscientas plantas. Es un trabajo menor, pero hay que hacerlo. Todo eso para generar una, a lo sumo dos, botellas de buen vino por planta, que irán a parar a la mesa de algún descuidado, en un asado (porque nuestro se vino se lleva bien con la carne asada, sobre todo si es marucha), deje media botella sin tomar. No es justo. Piénsenlo cuando estén en la circunstancia.  Tomen hasta la última gota...en honor a nuestro trabajo.