Durante la misa, celebrada en la Iglesia María Auxiliadora, Carlos Ponte y Hugo Lagostena, descendientes de los genoveses que a fines del siglo XIX llegaron a San Nicolás y la convirtieron en una vergel frutal y vitivinícola, elevaron las ofrendas. Consistieron en un racimo de uva de la variedad merlot, que Lagostena todavía cultiva en la quinta construida por su abuelo, donde durante años funcionó la bodega familiar, y el libro y documental El vino nicoleño. Cien años de vitivinicultura en San Nicolás, que relata la historia de los inmigrantes quinteros y bodegueros.
Carlos Ponte portaba un crucifijo, conocido como La cruz de la buena muerte, que su abuelo, José Ponte, recibió de manos de Don Bosco. Ponte regresó a Italia luego de la muerte accidental de sus dos hijas pequeñas para aliviar la depresión de su esposa. En Turín, se entrevistaron con Don Bosco, quien para consolarlos, le entregó el crucifijo, con bendiciones para cinco generaciones. La reliquia fue pasando a través de la familia y hoy el padre Pascual, noveno sucesor de Don Bosco, renovó la bendición.
En la ceremonia, también fueron reconocidos descendintes de los doce cooperadores salesianos, los quinteros que en 1900 donaron las tierras y construyeron la Iglesia y el Colegio, luego de que los sacerdotes fueran expulsados del edificios público donde habían instalado la primer misión fuera de Italia, a orillas del río Paraná. Descendientes de Cámpora, Vigo, Montaldo, Lanza y Ponte, recibieron un Rosario, en reconocimiento a la labor salvadora realizada por sus antepasados.
La placa que recuerda a los doce cooperadores salesinos. Se encuentra en el frente de la Iglesia María Auxiliadora.
Carlos Ponte
Roberto (adelante) y Héctor Cámpora
Mary Vigo
El Rector Mayor (izquierda) y el Director del Colegio Don Bosco de San Nicolás, Juan Fasolato, frente al sepulcro de José Benítez, dentro de La Iglesia María Auxiliadora.
