31.12.11

La Asociación despidió el año.

Los integrantes de la Asociación del Vino Nicoleño despedimos el 2011 con un brindis. Nuestro año terminó con buenas noticias y mejores prespectivas, ya que la Municipalidad de San Nicolás de los Arroyos incorporó nuestra Exposición al patrimonio del Museo Gregorio Santiago Chervo. Para nosotros tiene un alto significado, ya que simboliza el ingreso de la Historia Vitinícola Nicoleña (olvidada durante décadas) a la Historia grande de la ciudad. Esto permitirá aumentar el número de visitas y asegurarnos el resguardo de la colección, que seguirá creciendo a lo largo del tiempo.

Por lo tanto, la Exposición, que gracias a la generosidad del Ente turístico, funcionó durante años en la Terminal de colectivos, de Morteo 55, ahora se expone en el Museo de la ciudad, en calle Francia 187.



No faltaron las canzonettas genovesas





En el brindis recordamos a los amigos que ya no están, Carlos Ponte, Osvaldo Nozzi y Duilio Cámpora.

30.9.11

I Campora Nel Mondo

Originado en la curiosidad de los integrantes del grupo de Facebook I Campora Nel Mondo, publico los capítulos del libro El Vino Nicoleño, que tratan en particular de esta familia de bodegueros en San Nicolás de los Arroyos.

CAPÍTULO 1
Los pioneros

El 2 de octubre de 1868 un barquito a vapor amarró en el puerto de cabotaje de la ciudad de San Nicolás . La nave transportaba al genovés que cambiaría la fisonomía de la campiña nicoleña de los próximos cien años. Claro que Carlos Cámpora, a quien lo traían otras urgencias, no podía imaginar su destino de pionero de la vitivinicultura nicoleña.
Había nacido el 23 de agosto de 1846 en Santo Stefano di Lárvego, pueblo perteneciente a la comuna de Campomorone, ubicada en el valle de La Polcévere. Lárvego era entonces provincia de Génova y sus habitantes, católicos fervientes, se advocaban bajo la protección de la Virgen de Nuestra Señora de la Guardia.
Su padre se llamaba Gerónimo. Nació en 1820 y murió el 7 de octubre de 1880 intoxicado por sobredosis de un tónico que el médico le recetó para curar su enfermedad. Su madre se llamaba Magdalena Ponte. Nació en 1818 y murió en 1871. A pesar de tener el mismo apellido no tuvo ningún parentesco con los Ponte que años más tarde también se radicarían en San Nicolás provenientes de Génova y de los que su hijo resultaría ser vecino.
El 9 de julio de 1868 Carlos decidió alejarse por un tiempo de su Italia natal y emigrar a Argentina. No con intenciones de “hacerse la América”, como muchas veces había escuchado decir a sus compatriotas atraídos por la promesa de prosperidad de los gobiernos argentinos. Su motivo era más urgente: buscaba salvarse del servicio militar, lo que era lo mismo decir, salvarse de la guerra.
Pero no tenía dinero suficiente para emprender la travesía. Por eso recurrió a la ayuda de su tío Francesquín para que le prestara dos mil liras con la promesa de devolverlas a su regreso. Su idea era retornar a Italia apenas reuniera el dinero para la deuda.
El préstamo le alcanzó para comprar dos pasajes en tercera clase en el barco Giulia Repetto. Uno para él y el otro para su gran amigo, el Mou Cámpora. Planificaron el viaje para ahorrar al máximo, ya que suponían que no resultaría sencillo reunir el dinero para saldar la deuda con su tío.
El cruce del Atlántico demandaba varios días y tenían que ingeniárselas para poder comer sin gastar mucho. Decididamente, y acostumbrados al trabajo duro, se ofrecieron para limpiar el navío a cambio de alimentos. Les daban los restos de la comida de los pasajeros de primera clase y así el viaje se transformó en una delicia. Carlos nunca olvidaría el sabor de las berenjenas rellenas ni de los exquisitos manjares que probó durante los 60 días que duró la travesía.
El 28 de septiembre el barco atracó en el puerto de Buenos Aires. Para llegar a San Nicolás tomaron un tren hasta la ciudad de Campana, donde finalizaba el trazado ferroviario. Desde el puerto de Campana embarcaron en un vaporcito que, remontando el río Paraná, tocó tierra en el puerto de cabotaje de San Nicolás.
Desde la cubierta se maravillaron con los verdes de las islas, con la inmensidad del río y la vastedad de la barranca. Pero por sobre todo les llamó la atención el reflejo descolorido de la ciudad que los contemplaba. Una vez en tierra firme la imagen se hizo más vívida. Las mujeres, los hombres, y hasta los niños vestían solamente de negro. Era muy raro reconocer a alguien que llevara una prenda de otro color. Pero la oscuridad no estaba sólo en la ropa. Las caras también reflejaban una extraña congoja. Como si un cataclismo hubiera afectado de golpe a toda la comunidad. A medida que se internaban en el centro los colores se oscurecían más y los rostros se volvían más adustos. Decididamente, no había alegría.
Días más tarde sus compatriotas les contaron que el año anterior una epidemia de cólera había matado a mucha gente. No había familia que no hubiera sufrido la pérdida de un familiar o un amigo. La situación se había agravado debido a que los dos únicos médicos de la ciudad, los doctores Mariano Marenco y Marcelino Díaz Herrera, también habían enfermado. Por eso las autoridades debieron traer desde Buenos Aires, a los doctores Carlos Juan Furst y Santiago Larrosa para atender a los enfermos. La catástrofe fue tan grande que hasta se formó una comisión para socorrer a los más humildes. Un año después los nicoleños todavía conservaban el luto.
Seguramente fue Santiago Montaldo quien les contó a Carlos y a Mou la historia de la epidemia. La conocía muy bien, y cada vez que la recordaba resurgían los sentimientos contradictorios que lo había dominado durante la catástrofe. Porque, paradójicamente, la desgracia de un pueblo había sido una oportunidad para él ya que debido a la gran cantidad de muertes producidas por la enfermedad hicieron falta más sepultureros. Santiago vivía con sus hermanos y sus amigos, los Vigo, en una casa de dos pisos frente al cementerio. De día trabajaban como verduleros. De noche, ocultos de la mirada ajena, cavaban tumbas en el camposanto. Lo hacían a oscuras y encubiertos porque el trabajo de sepulturero era avergonzante en su Italia natal.

CAPÍTULO 3

Las familias

Cámpora

A finales del siglo XIX, Carlos y Francisco Cámpora estaban instalados cada uno en su quinta de la calle Ancha. Carlos vivía con su esposa Rosa Montaldo y sus ocho hijos. En la década de 1920, sus diez hectáreas de viñedos producían entre quinientos mil y setecientos mil litros de vino. Junto a sus hijos varones habían montado una bodega con dieciseis cubas de fermentación y otras tantas de conservación. Contaban con una moledora marca Garola, prensa hidráulica, bombas de orujo, bombas de trasiego, refrigeradores eléctricos y zorras sobre rieles para el transporte interno (todos de la marca inglesa Guy y Mital).
Cuando Carlos Cámpora falleció, en 1927, dos de sus hijos, Ángel y Francisco José, formaron una sociedad con la que administraron la bodega. En 1946 Ángel falleció, y Francisco, que no tenía hijos, se hizo cargo de sus sobrinos Roberto, Carlos (enólogo) y Santiago, quienes se incorporaron el trabajo. Ellos quedaron a cargo de la bodega desde 1964, cuando falleció su tío. Produjeron hasta mediados de la década del 70 y con ellos finalizó la actividad bodeguera de la familia del pionero de la vitivinicultura local.

Francisco Cámpora (hijo de Luis Cámpora y Teresa Ponte) vivía en la quinta El Reloj donde tenía una destilería de grapa de nombre “Grappa uso Italia”.

Francisco Pedro Cámpora (primo de los anteriores) llegó en 1885 a bordo del barco Perseo, proveniente del pueblo genovés de Cheranesi (situado a dos kilómetros de lugar donde nació Carlos). Aquí se casó con Rosa Giara, quien en 1895 heredó cinco hectáreas con viñedo sobre calle San José detrás de las vías del ferrocarril, donde el matrimonio comenzó a desarrollar su quinta, conocida como El Palomar. Años después le sumaron seis hectáreas más que Francisco utilizó para vinificar recordando el método utilizado por su padre en Italia.
Tuvo diez hijos. Los varones aprendieron desde chicos el trabajo de su padre y según la afinidad se repartieron las tareas. Francisco Pedro sumó variedades de uva al lote inicial y con ellas realizó nuevas experiencias. Comprobó cuales eran las que mejor se adaptaban a las condiciones climáticas que les eran adversas, midió las características de los vinos que daba cada una y se fue quedando con las que mejor satisfacían su necesidad de cantidad y calidad. También se ocupó de adaptar la bodega y modernizar los procesos de vinificación. A partir de la década de 1920 instaló un motor a vapor para hacer accionar la moledora y la bomba de trasiego, compró motores a combustible y construyó una moledora y una prensa hidráulica. A partir de la década del 30 reemplazaron los depósitos de madera por piletas de cemento e incorporaron un pausterizador.
José Miguel se encargaba de la comercialización. En una jardinera recorría los pueblos de la ruta 188 transportando bordalesas de doscientos litros que vendía en los almacenes de ramos generales. Cayetano permanecía en la bodega y controlaba el proceso de elaboración. Los otros hermanos se dedicaban al resto de las tareas rurales y las mujeres atendían el hogar y la quinta chica, donde estaban las hierbas aromáticas y el jardín, siempre muy cerca de la casa. Esta organización de trabajo familiar, que los italianos arrastraban de sus ancestros, se repitió en todas las quintas. Desde los ocho años los chicos aprendían, como jugando, el trabajo que les esperaba. Necesariamente las familias debían ser numerosas y las viviendas muy grandes, muchas de ellas de doble planta.
El hijo de Francisco Pedro, Orfilio, continuó con la actividad bodeguera hasta mediados de la década del 60 y su primo, Duilio, (hijo de José Miguel) fue uno de los colaboradores destacados.

CAPÍTULO 16

Del viñedo al acero

El adiós a los pioneros

A dos meses de su llegada, un hecho decisivo ancló su relación con ellos para siempre.
El 7 de abril de 1927, luego de soportar una hemiplejía de cien días, falleció Carlos Cámpora, el patriarca de la vitivinicultura local. Recién llegado, a Tavella le tocó la misión de asistirlo espiritualmente hasta su muerte. En su agonía, Cámpora pedía la presencia de la Virgen recitando un poema en genovés: “En el último momento / en la última agonía / quiero llamar a María / llamarla y luego morir”. Su deseo se cumplió con precisión. Como todos los 7 de cada mes, la imagen de la Virgen ingresó a su quinta, y luego de verla, murió.
El féretro con sus restos fue llevado a pulso desde la quinta San José hasta la Iglesia María Auxiliadora, donde fue recibido por alumnos, maestros y sacerdotes. En la Misa de cuerpo presente Tavella desplegó su prédica, encendida por una demostración de cariño como nunca había visto.









Etiqueta de uno de los vinos elaborado por la familia de Carlos Cámpora







Carlos Cámpora




Quinta San José





22.8.11

Temporada de poda en el viñedo.

Carlos Bistoto, invalorable colaborador, aplicó la antigua técnica genovesa, con la que podó cientos de vides nicoleñas de antaño, para podar, una vez más, nuestro viñedo, ubicado en la zona de quintas de San Nicolás de los Arroyos. Fernando Demarco, fiel discípulo, ató, con mimbre, las vides a los alambres, para lograr una buena conducción. Ahora solo resta esperar la brotación. A Hugo Lagostena y a mi nos espera el control de las hormigas y la gramilla. Hace frío y hay buen sol, presagio de un buen vino.









28.6.11

Recordamos a nuestro amigo Osvaldo.

El 7 de Mayo falleció Osvaldo Nozzi, uno de los integrantes de la Asociación, quien trabajó toda su vida cultivando el viñedo y elaborando el vino en la bodega que inició su abuelo Miguel, un inmigrante napolitano que llegó a San Nicolás a fines del siglo XIX. Fue uno de nuestros grandes maestros, pues nos enseñó los secretos del cultivo de la vid que hoy aplicamos en nuestro viñedo experimental.
Recordando a dos de los amigazos del vino...¿Qué andarán haciendo estos dos, junto a Ponte?...Seguramente opinando como saldrá el vinito de este año. Se los extraña maestros...


Duilio Cámpora, Maricel Abdala, Osvaldo Nozzi.

9.2.11

Falleció Carlos Ponte

Tenía 92 años. Era nieto de inmigrantes Italianos de la región de la Liguria. Su abuelo, José, llegó a San Nicolás de los Arroyos, en 1859, proveniente del pueblo de Campo Lígure. Fue uno de los iniciadores de la vitinivicultura nicoleña. Su padre, y luego él, y sus hermanos, convirtieron la incipiente producción familiar en una bodega de más de dos millones y medio de capacidad, la más grande de la zona.
Carlos integró la Asociación del Vino Nicoleño y fue para nosotros un verdadero maestro. Era una persona que, no solo hacía las cosas que había que hacer, sino que las hacía bien. Siempre aplicando su ingenio y conocimientos prácticos, de los cuales hemos aprendido todos, gracias a su enorme generosidad.
El se fue, pero nos dejó un bagaje de inquietudes, conocimientos y desafios, que perdurarán en nosotros por siempre.
Nunca te olvidaremos, amigo Carlos.





7.1.11

Anuario 2010

ENERO

El viñedo experimental que cultivamos con Hugo Lagostena y Fernando Demarco, espera.

FEBRERO


La Merlot, nuestra variedad emblemática. Recibimos los clones de Colonia Caroya. Por similitud de suelo y clima pudimos adaptarla.



Hugo Lagostena y el exbodeguero nicoleño, Carlos Ponte, nuestro maestro y colaborador, mide, con el refractómetro, la cantida de azúcar de la uva.




Embotellando el vino del año pasado.





Encorchando, con la encorchadora centenaria del ex bodeguero Olivio Ponte, el vino clarificado.








MARZO



Las uvas, recién cosechadas, esperan la molienda.


ABRIL

Con el grupo de cata probamos durante todo el año muchos vinos exquisitos. Muchas de ellas verdaderas rarezas, tal los Miguel Torres 84 - 85 traidos de Chile por Dante y Liliana Ricoy.






Esa noche también catamos otros vinos.
















MAYO


La Asociación del Vino Nicoleño disertó sobre la historia de la vitivinicultura local, en los actos por el aniversario del Acuerdo de San Nicolás. De izquierda a derecha: Alberto Picabea, Nazareno Bruschi, Duilio Cámpora, Hugo Lagostena, Walter Alvarez.




La revista El Conocedor publicó una crónica de la historia vitivinícola nicoleña. El periodista Gustavo Choren visitó la ciudad y los integrantes de la Asociación lo acompañamos en su jornada de trabajo. Visitó la Exposición y el viñedo experimental.


JUNIO

La Asociación participó en la Feria de vinos que, todos los años, realizan Luis Nuñez (vinoteca Dionisio) y Gabriel Martínez, en el hotel Colonial. Omar Botaro reposa frente al stand.


JULIO


El vino de nuestro viñedo se cría en la bordalesa. Carlos Ponte lo custodia.











La vitivinicultura nicoleña es mencionada en el libro San Nicolás de la frontera, de Pablo Makovsky.




SEPTIEMBRE


En Campomorone, Liguria, presenté la traducción al italiano del libro "El Vino Nicoleño. Cien años de vitivinicultura en San Nicolás".




Experiencia interesante es tomar los vinos en origen.








Se nos fue Duilio Cámpora (izquierda) junto a Marciel Abdala y Osvaldo Nozzi, integrantes de la Asociación.


OCTUBRE


Miguel Brascó participó del Salón de vinos de alta gama organizado por la vinoteca Baco. Después, en su columna de la revista LNR, del diario La Nación, la catalogó con una de las tres mejores del País.




El Arquitecto Carlos Moreno disertó en la Feria de libro. Me regaló el original (pintado con café) de la ilustración de su libro Cosas del campo bonaerense, donde, en el tomo 3, menciona a la vitivinicultura nicoleña de antaño.







NOVIEMBRE


Al regreso de mi viaje a Campomorone, nos reunimos con la Asociación para degustar los vinos de la Val Polcevera que nos regaló Giancarlo Cámpora, Sindaco de la comuna.















DICIEMBRE



Hugo cura el viñedo, Fernando desmacolla. Nos preparamos para la próxima vendimia.


Con el grupo de cata probamos el Barolo que traje para degustar.
Fin de un buen año.