25.7.20

Poda

Hoy iniciamos la poda de la vid. Comenzamos por las Syrah. Durante la poda se seleccionan las yemas fértiles, se limita el número de yemas para mantener el equilibrio entre la producción de frutos y madera; esto permite distribuir de forma pareja la carga de fruta y regular el número de brotes y por lo tanto el número y tamaño de los racimos.


Cargadores atados con mimbre


Hilera de Syrah ya podada


Carlos Bistotto es nuestro gran colaborador. Tiene 75 años y todavía mucha fuerza y ganas de podar nuestra viña, tal como lo hizo con la suya y la de sus vecinos desde muy joven. Carlos es descendiente de inmigrantes italianos. Sus bisabuelos eran piamonteses y lombardos. Toda la vida trabajó en el campo, entre viñedos, frutales y huertas. En la foto está con Hugo Lagostena, el propietario del campo donde está el viñedo. 



Carlos y Hugo podando la vid


22.7.20

De las quintas siguen naciendo barrios

El cambio de modelo económico, que pasó del rural al industrial, generó la desaparición de la vitivinicultura, la fruticultura y la elaboración de vinos en el partido de San Nicolás de los Arroyos. Lo que ocurrió fue que las quintas se urbanizaron convirtiéndose en los actuales barrios. Solo es posible imaginar ese proceso ya que no quedan registros gráficos de aquello. Sin embargo, en este momento, un acontecimiento similar se está produciendo en la vieja quinta El Palomar, ubicada en calle San José 911, donde hasta hace poco tiempo vivió Orfilo Cámpora.






A principios de la década del 70, San Nicolás era una ciudad con un perfil eminentemente industrial. Diez años antes, un día como hoy de 1960, había comenzado a funcionar la fábrica de acero Somisa, que llegó a contar con doce mil empleados. En 1958 inició su actividad la Alcoholera, otra inmensa fábrica cuya construcción había comenzado en 1947. Si bien sólo trabajó un año, su montaje demandó una gran cantidad de mano de obra del interior y del exterior del país, específicamente checoslovacos, que luego se afincaron en la ciudad. En 1957 se puso en marcha una Central Termoeléctrica que superaba los quinientos empleados. Junto a éstas grandes industrias, otras diez, más pequeñas, generaban tres mil puestos laborales.
La instalación de las grandes fábricas atrajo gran cantidad de empresas metalúrgicas que orbitaban a su alrededor. A mediados de la década de 1970, funcionaban otras cuarenta y cinco empresas: treinta y tres metalúrgicas, tres frigoríficas, dos químicas, dos textiles, dos alimentarias, dos agroindustriales y una de premoldeados. 
Este desarrollo tuvo dos consecuencias que afectaron la continuidad de la actividad vitivinícola y frutihortícola en las quintas que rodeaban a la ciudad. Por una parte atrajo una enorme cantidad de inmigrantes interiores que llegaron desde las provincias, primero a construir y luego a trabajar como empleados de las grandes fábricas y talleres. Por otra parte provocó una gran migración de mano de obra rural a las fábricas, y tuvo consecuencias directas para los viñateros por la dificultad para convocar trabajadores para la vendimia. Para un trabajador era mucho más conveniente la remuneración, la seguridad y los beneficios sociales que obtenía en la fábrica que en las quintas. Con los años este fenómeno generó una descalificación de los oficios asociados (injertadores, podadores, etc.).
 El aumento de la población tuvo una consecuencia adicional para los quinteros que tenían sus propiedades en el radio más cercano a la zona urbana. Sus terrenos fueron requeridos por el negocio inmobiliario para convertirlos en barrios, donde alojar a la gran masa de inmigrantes que se afincaban en la ciudad en busca de trabajo. Este avance de la urbanización se conjugaba con una disminución de los rindes agrícolas y las buenas ofertas de compra por parte de los empresarios inmobiliarios. No era sencillo para los quinteros negarse a lotear sus quintas ante dos realidades inapelables: por un lado, las jugosas ofertas que efectuaban las inmobiliarias y por otro la evidencia de que, por más que intentaran resistir, tarde o temprano el desarrollo urbano los desalojaría.
A mediados de la década del 60, el negocio de la venta de terrenos estaba en pleno auge. La inmobiliaria Glaría y Cía publicaba desde 1961 una revista llamada “Pregón inmobiliario”, donde se publicitaban la venta de terrenos. En su número del año 1965 destacaba loteos en la zona sur a ambos lados de la ruta 188. En un croquis adjunto figuraban los nombres de los propietarios de las tierras. Eran Ponte, Cámpora, Montaldo, Di Santo, Leoni, Biava, Vigo, Lanza, Passaglia, entre otros. “Puede apreciarse en el croquis”, decía el aviso, “la magnífica ubicación de éstas tierras". “Por su proximidad a grandes centros fabriles y a importantes barrios en formación, es indiscutible que con el desarrollo de la ciudad adquirirán un elevado valor, de ahí que la recomendamos como la mejor inversión de sus ahorros!!!”  (destacado en el original). Era todo un presagio de la ciudad que venía.
En una sección titulada: “El remate de las quintitas...”, profetizaba: “Constituye, sin lugar a dudas, una verdadera oportunidad. En distintas ocasiones se nos ha solicitado fracciones que no excedieran en mucho a una hectárea de tierra, para ser aplicadas a diversas explotaciones. En realidad, rara vez nos fue posible complacer dichos pedidos, pues quienes tienen terrenos suburbanos en San Nicolás prefieren subdividirlos en pequeños lotes para viviendas dado que su venta en tales condiciones resulta más productiva”.
Las quintas y bodegas ubicadas en las cercanías de la zona fabril (sur de la ciudad) fueron las afectadas por los loteos. Poco a poco todas las quintas siguieron el mismo destino. Por eso es que muchos barrios llevan el nombre de las quintas o de sus propietarios. Lanza, Don Américo (por don Américo Lanza), Garetto, Ponte, Colombo, Las Viñas, Los Viñedos, La California.
Solo podemos imaginar como habrá sido el momento en que las quintas se convirtieron en barrios. Sin embargo, en este momento, está ocurriendo un loteo que puede darnos una idea gráfica de aquel momento. Se trata de las obras de infraestructura para un loteo donde antes estaba la quinta, viñedo y bodega de Orfilo Cámpora, que fue creada por su abuelo, el inmigrante lígure Francisco Pedro Cámpora.


Francico llegó en 1885 a bordo del barco Perseo, proveniente del pueblo genovés de Cheranesi. Aquí se casó con Rosa Giara, quien en 1895 heredó cinco hectáreas con viñedo sobre calle San José detrás de las vías del ferrocarril, donde el matrimonio comenzó a desarrollar su quinta, conocida como El Palomar. Años después le sumaron seis hectáreas más que Francisco utilizó para vinificar recordando el método utilizado por su padre en Italia.
Tuvo diez hijos, Francisco Pedro, Cayetano, José Miguel, María, Rosita, Carlos, Teresa, Luisa, Margarita y Santiago. Los varones aprendieron desde chicos el trabajo de su padre y según la afinidad se repartieron las tareas. Francisco Pedro sumó variedades de uva al lote inicial y con ellas realizó nuevas experiencias. Comprobó cuales eran las uvas que mejor se adaptaban a las condiciones climáticas que les eran adversas, midió las características de los vinos que daba cada una y se fue quedando con las que mejor satisfacían su necesidad de cantidad y calidad. También se ocupó de adaptar la bodega y modernizar los procesos de vinificación. A partir de la década de 1920 instaló un motor a vapor para hacer accionar la moledora y la bomba de trasiego, compró motores a combustible y construyó una moledora y una prensa hidráulica. A partir de la década del 30 reemplazaron los depósitos de madera por piletas de cemento e incorporaron un pausterizador.
José Miguel se encargaba de la comercialización. En una jardinera recorría los pueblos de la ruta 188 transportando bordalesas de doscientos litros que vendía en los almacenes de ramos generales. Cayetano permanecía en la bodega y controlaba el proceso de elaboración. Los otros hermanos se dedicaban al resto de las tareas rurales y las mujeres atendían el hogar y la quinta chica, donde estaban las hierbas aromáticas y el jardín, siempre muy cerca de la casa.
El hijo de Francisco Pedro, Orfilio, continuó con la actividad bodeguera hasta mediados de la década del 60 y su primo, Duilio, (hijo de José Miguel) fue uno de los colaboradores destacados. Hoy ellos ya no están y el terreno donde antes había viñedo, frutales, huerta y una bodega, será destinados a la construcción de viviendas.



21.7.20

Polisulfuro


Antes de la poda, las plantas se curan con polisulfuro. Se trata de un compuesto que funciona como insecticida, fungicida y acaricida. Las esporas de las enfermedades producidas por hongos pueden invernar en fisuras de las plantas o en el suelo. Este tratamiento invernal mantiene a las plantas libres de plagas y enfermedades.  


5.7.20

Campomorone destaca el gemellaggio con San Nicolás

La ciudad de Campomorone renovó su cartel de acceso. Allí destaca que es una ciudad hermana con San Nicolás de los Arroyos.


Refiriéndose a quienes a fines del siglo XIX emigraron a Argentina y que se convirtieron en pioneros de la vitivinicultura nicoleña,  las autoridades de Campomorone publicaron en su muro de facebook: 

 Muchos dejaron nuestros valles, emigrantes a América Latina. Muchos llegaron a San Nicolás, Argentina, y construyeron su futuro aquí en una tierra "más allá del mundo". Vigo, Montaldo, Cámpora son apellidos que aún hablan del esfuerzo y sacrificio de la emigración. El vínculo con nuestra tierra es tan fuerte que el dialecto genovés todavía se transmite como un símbolo de una identidad nunca perdida. Hoy renovamos nuestra amistad con este lugar distante, pero cercano en afecto e historia, recordando a la persona que hizo posible este encuentro y que lamentablemente nos dejó, Martino De Negri.




Viñedos del noroeste bonaerense

Andrés Galván, estudiante de la tecnicatura superior en enología y vitivinicultura en el Instituto de educación superior 9-15 Valle de Uco de San Carlos, Mendoza, realizó un informe acerca de la posibilidad del cultivo de uvas para vinificar en el noroeste de la provincia de Buenos Aires, sobre todo en la zona de Los Cardales tomando como referencia, entre otras fuentes, la historia vitivinícola nicoleña.

El informe indaga sobre las razones de la prohibición, en los años 30, de la producción de vino en todo lugar fuera de la región de Cuyo; explora la historia vitivinícola de regiones de clima húmedo y analiza las similitudes entre la geografía de Los Cardales y la región vitivinícola de Carmelo (Uruguay) para evaluar la factibilidad de desarrollo de emprendimientos vitivinícolas en la región.

Galván estudia la historia vitivinícola de la provincia de Buenos Aires a través del trabajo de María Silvia Ospital (Vino en la pampa. La actividad vitivinícola en la provincia de Buenos Aires) y de nuestro libro El vino Nicoleño, Cien años de vitivinicultura en San Nicolás y de investigaciones propias.

El gran destacado era San Nicolás, con casi 1,8 millones de litros por año, seguido en el segundo y tercer lugar por las localidades vecinas de Ramallo y San Pedro, pero con cantidades equivalentes al 4 y 3% de lo que producían los nicoleños. En el año 1957, cincuenta y cinco bodegas produjeron más de once millones de litros de vino provenientes de viñedos de 403 productores. Intentaron crear una escuela de  vitivinicultura. Su uva insignia fue la Pinot Gris, aunque recién con la llegada de la Refosco en 1930, lograron darle mayor coloración, intensidad y alcohol a los vinos de la región. Antes, ese corte se hacía con Tannat, pero la Refosco era más resistente a las  enfermedades y podía desarrollarse en suelos húmedos. Aunque la industria nicoleña logró superar a las enfermedades que acarrean los excesos de humedad y lluvias, los vaivenes económicos del país, e incluso salió fortalecida de las crisis vitivinícolas cuyanas abasteciendo al mercado regional y porteño, fue la llegada de la industria siderúrgica, y el avance de la soja lo que terminó haciéndola desaparecer.
En la década del 60 San Nicolás le daba la espalda al campo y se abrazaba al proyecto industrializador. Grandes empresas nacionales como Somisa y Super Usina y decenas de talleres satélites atrajeron una inmigración de provincianos que en pocos años duplicó la población de una ciudad en la que el cartel que anunciaba el fin de la zona urbana estaba a 14 cuadras del centro. La introducción del cultivo de la soja alentó a los más indecisos a reemplazar los viñedos. Otros regresaron a los frutales y las verduras. La última vendimia se realizó en 1986, cuando la familia Gaio cerró las puertas de su bodega, 100 años después del comienzo de la vitivinicultura nicoleña.
(Walter Alvarez,2005, p.9).

También cuenta la historia de la variedad Tannat, nombrada popularmente durante mucho tiempo por el apellido de sus introductores en Argentina y Uruguay, Lorda y Harriague.

A fines del reinado de Luis XV, en Francia, un gran señor había comprado a precio de oro para su viñedo unos sarmientos extranjeros de gran mérito, y queriendo ser exclusivo en su posesión, había puesto las más duras penas a sus administradores y subalternos si osaban disponer de un solo gajo de aquellas plantas. «La orden fue respetada durante algunos años; pero un día Malhadado, un mayordomo, no pudo resistir a la tentación de proteger a su amigo proporcionándole furtivamente algunos despojos de la poda de las parras segadas, catorce sarmientos de desecho que iban a quemarse por inútiles y que Jáuregui plantó y multiplicó con ardoroso afán. Pero su propagación u otras circunstancias dieron ocasión al gran señor para descubrir el fraude que había hecho la dicha de Jáuregui y de muchos otros vecinos del lugar, costó al pobre mayordomo catorce años de cárcel, un año por cada sarmiento. (Peiret, 1889, p.40) 
El relato lo hace el francés Alejo Peiret, en sus crónicas de las visitas a la Argentina, publicadas en 1889. Había visitado la casa de “Lorda”, apodo con el que se conocía a Juan Jauregui, quien en ese momento tenía 75 años y padecía reumatismo. Lorda había llegado en 1840 a Entre Ríos, y luego de alistarse en el ejército, en 1850 recibió tierras en Concordia, donde se instaló. Fue allí cuando recibió de su sobrino los esquejes provenientes del abuelo de Jauregui, el amigo del mayordomo.
Ni la ambición ni el egoísmo eran características de Jauregui. De ahí que no dudó en regalar sarmientos de su plantación, tanto a amigos y conocidos, como a quienes se lo pidieran. Y esa generosidad fue el origen de una próspera industria vitivinícola zonal. (Garayalde , 2009)
Tampoco fue egoísta con los hermanos uruguayos. Cuando otro vasco francés, Pascual Harriague, después de fracasar con sus intentos por encontrar la uva que mejor se adapte  al clima uruguayo, lo fue a visitar; recibió como regalo 14 sarmientos (igual que el mayordomo) de las vides que habían funcionado tan bien en Concordia. Y así fue como la Harriague -como se la conoce en Uruguay- llegó para ser la uva insignia de los Uruguayos.
Más sencillo habría resultado el viaje, 26 años después, del nicoleño Carlos Cámpora, pionero de los viñedos bonaerenses en busca de esa variedad, si hubiese conocido la historia de la Tannat. Fue la segunda uva con la que se vinificó en San Nicolás. La primera, o principal, fue la Pinot Gris. Cámpora ya había visitado la localidad Uruguaya de Villa Colón en busca de una uva que se adaptaba muy bien a un clima y terreno muy similar al nicoleño. Volvió con una gran cantidad de muestras. De allí surgió la Pinot Gris.
Es la historia de intercambio de experiencias, ensayos, sesión desinteresada de esquejes o sarmientos, en busca de la vid rioplatense. Una planta que se aguante los excesos de lluvias justo cuando se viene la época de la cosecha. Y que desarrolle buenos niveles de azúcar y taninos con poco sol.
Para indagar en las similitudes de los climas uruguayos y del noroeste de la provincia de Buenos Aires que le permitan evaluar la factibilidad de desarrollo de emprendimientos vitivinícolas en el noroeste bonaerense, Galván entrevista al enólogo uruguayo Daniel Cis.

Cis hizo hincapié en la necesidad de prestar especial atención a los ataques de los hongos y las enfermedades relacionadas con la humedad, quitándole importancia relativa a las diferencias en los perfiles de suelo. “La vid es una planta que se adapta a gran variedad de sustratos, pero el mayor trabajo en esta región es el combate de los hongos”, dijo Cis.
“En la localidad de Carmelo (ubicada justo del otro lado de los ríos de la región bonaerense analizada) tenemos en pocos kilómetros una variedad muy grande de suelos. En la costa del río Uruguay son arenosos, con muy buen drenaje. En Colonia Estrella, más cerca de la ciudad son profundos con gran porcentaje de materia orgánica, muy fértiles. También tenemos un cerro, en el cual hay entre 20 y 30 cm de un suelo muy pobre, seguido directamente de la roca madre. Y allí la planta, en los veranos secos manifiesta dificultades, pero también da vinos buenos. La vid en cuanto a los suelos, usando los pies apropiados no tiene grandes dificultades” manifesto Cis.
El enólogo uruguayo remarcó que “lo importante es el manejo cultural que se le puede hacer a la vid, sobre todo luego de enverar. Nos ha pasado de años en donde hemos hecho todo lo necesario para lograr buena calidad de vinos, pero si el último mes tiene mucha precipitación la calidad de la uva baja. Asimismo en veranos secos, con precipitaciones en el último mes de solo 200 mm se logran muy buenos vinos.”
En cuanto a qué variedades dieron los mejores resultados en la zona, el experto señaló que “en Carmelo tenemos 300 hectáreas productivas, en las cuales se han plantado más de 25 variedades de uva. En Malbec, por ejemplo, de 10 cosechas podemos lograr 2 muy buenas, que se dan cuando vienen años secos. El Tannat se adaptó muy bien a todos los suelos. Y con el Pinot Noir hemos tenido el problema de que tenemos que regular mucho la cosecha.
Es una variedad que cambia muchísimo de acuerdo a los rindes por hectárea. Antes producíamos de 9.000 a 10.000 kg y daba un vino de calidad media, con poca concentración, y poco perfil aromático. Lo llevamos a 6.000 kg que implicaban desperdiciar más de la mitad de la cosecha y se logran vinos muy interesantes. Sobre todo cuando los años son más templados.
Un punto importante es también contar con personal idóneo. “Más allá de las particularidades del suelo, a veces pesa más la relación cultural con el entorno” dijo Cis. Cuando se planta una viña en donde no hay personal capacitado o con conocimiento previo se pierde el control cercano de la evolución de las plantas. “Esas cosas acá no pasan –dijo el enólogo uruguayo- hasta los cosechadores tienen conocimiento sobre las enfermedades.”
Sobre administrar la vigorosidad de las plantas en una zona donde abundan las lluvias Cis dijo que “se pueden hacer hileras con mínimos de 50 cm de distancia entre plantas. Y también se colocan pasturas”.
En cuanto a la calidad relativa del producto final, Cis senaló que “En Uruguay llueven entre 1.200 y 1.400 mm por año, y tenemos mucha experiencia con los hongos; se han logrado vinos muy buenos, ganando concursos internacionales y todo. Es una vitivinicultura muy diferente a la que se hace en climas áridos.
Además de indagar en la experiencia uruguaya, Galván realizó un estudio comparativo de temperaturas medias, mínimas y máximas, y cantidad de precipitaciones, entre 1982 y 2012,
de San Nicolás, Los Cardales, Carmelo, Concordia y Gevrey-Chamertin (Borgoña,) basado en el análisis realizado por el hijo de viñateros nicoleños, Ricardo Mutti, en su tesis para optar al título de Ingeniero Agronomo en 1934 publicada en el libro "El vino nicoleño".
También realizó pruebas de cultivo de vid en la localidad bonaerense de Los Cardales. Experimentaron en un suelo adaptado, con poca presencia de material orgánico, y buen escurrimiento 20 esquejes provenientes de Tacuil, Salta, de las variedades Tannat, Cabernet Sauvignon, Malbec, y Torrontés.
Registró también otra experiencia similar realizada en el mismo sitio en el año 2013 en el mimo lugar.

 En el año 2013 se plantó un viñedo con las variedades Pinot Noir, Malbec y Cabernet Sauvignon, en Los Cardales. La vendimia 2020 es el resultado de un verano seco, con muy pocas precipitaciones. Enero con 52 mm caídos, y febrero con 66 mm. El promedio 1982/2012 fue de 114 y 88 mm respectivamente. En la semana de la vendimia, las uvas presentaban buen nivel de taninos en piel, y no demasiada cantidad de agua en la pulpa. 
Alejandro Falco, encargado de la vinificación indicó que el Pinot Noir alcanzó los 13,5 grados de alcohol, en tanto que Malbec y Cabernet Sauvignon lograron 14º. Pero que no es el nivel regular. “En 2019 el alcohol en las uvas fue de 11º, y otros años apenas alcanzábamos los 10, el 2020 fue un año muy soleado y con muy poca lluvia” dijo Falco.
Luego de este pormenorizado estudio Galván llega a la conclusión

Los Cardales, o la región noroeste de la Provincia de Buenos Aires, no son las más apropiadas para el cultivo de la vid. Quienes quieran hacerlo deberán lidiar con los excesos de lluvia que pueden llegar a “aguarles el vino” de algunas cosechas. También deberán luchar contra las enfermedades micóticas propias de la planta. No es un lugar para buscar grandes rindes con calidades buenas de vino. Y deberán invertir tanto en la lucha contra los hongos como en capacitar a una mano de obra especializada que no existe en la región.
Aun así, es necesario decir también que no es imposible pensar en la posibilidad de plantar un viñedo en la zona. Las plantas se adaptarán, hay pies acordes a sustratos húmedos, hay variedades que pueden desarrollarse con poco sol, con suelos orgánicos, o con ambos. Así como en el 1900 la oportunidad era el alto costo de trasladar los vinos desde Cuyo hasta Buenos Aires, en 2020 lo es la de atraer al enoturismo porteño, bonaerense y al internacional a una región que se encuentra a menos de 1 hora en auto, bus o combi, y sin necesidad de subirse a un avión. Y si bien será muy difícil lograr vinos para los galardones en concursos o para largas guardas, 150 años de historia indican que se puede soñar.
Algo que en San Nicolás venimos comprobando, en nuestro viñedo, desde el año 2004.